Una Jornada de Solidaridad: Cosechando Esperanza en el Kibutz Mefalsim

Este viernes viví una experiencia que no solo tocó mi corazón sino que también solidificó mi fe en la comunidad a la que orgullosamente pertenezco. Soy testigo y parte de un acto de bondad colectiva, una jornada de solidaridad genuina que me llevó, junto a un grupo de voluntarios, a las tierras del Kibutz Mefalsim.

El Kibutz Mefalsim, un nombre grabado en nuestros corazones, ha enfrentado tiempos de desafíos inimaginables. Desde el 8 de octubre de 2023, esta comunidad agrícola ha vivido bajo la sombra del terror, con agresiones que han alterado la serenidad de su día a día. La violencia, un eco lejano para muchos de nosotros, se convirtió en una realidad cruda y concreta para sus habitantes.

Debido a los ataques perpetrados por el Grupo Hamas, la vida en el Kibutz se vio forzada a una pausa inesperada, con sus miembros teniendo que ser realocados provisionalmente en otras zonas de Israel. Los trabajadores extranjeros y palestinos que cultivaban las tierras con esmero también se vieron imposibilitados de continuar su labor, dejando los campos en un silencio que nunca se había previsto para la temporada de cosecha.

Ante esta situación, la comunidad israelí respondió con un impulso de unidad y fraternidad. Nos organizamos, dejamos de lado nuestras agendas individuales y nos dirigimos al Kibutz Mefalsim para brindar lo más valioso que tenemos: nuestro tiempo y trabajo. En un gesto de empatía hacia quienes alimentan al país y en solidaridad con aquellos afectados por el conflicto, decidimos convertirnos en agricultores por un día.

Y allí estábamos, manos a la obra, bajo el sol que no distingue origen ni credo, recogiendo limones con la misma voluntad con que se siembran sueños de paz. El zumbido de las conversaciones se entremezclaba con el sonido de la fruta al caer en los cestos. Mientras tanto, en otros kibutzim cercanos, más grupos de voluntarios se dispersaban por los campos, cada uno alimentando con su granito de arena esta cosecha de solidaridad.

Es difícil describir con palabras la atmósfera que se respiraba: una mezcla de determinación y esperanza, un sentido de propósito colectivo que trasciende cualquier división. Israel, un país conocido por su fortaleza y resiliencia, mostraba una vez más su capacidad para unirse en los momentos más críticos.

Esta experiencia me hizo reflexionar sobre la fuerza inquebrantable que reside en la comunidad. Independientemente de nuestras diferencias, somos capaces de unirnos y apoyarnos mutuamente frente a las adversidades. Lo que vi ese día no fue solo una cosecha de limones; fue una cosecha de humanidad, de la voluntad incansable de un pueblo por prevalecer y prosperar, aún en los momentos más oscuros.

Mi gratitud a todos los que estuvieron presentes es infinita. Cada persona que compartió su tiempo, cada risa o anécdota intercambiada entre las filas de árboles, cada limón recolectado, es un testimonio del espíritu imbatible que nos define. En tiempos de conflicto, es esta solidaridad la que siembra las semillas de un mañana más luminoso y pacífico.

A los miembros del Kibutz Mefalsim, deseo que pronto puedan volver a sus hogares y que la serenidad regrese a sus vidas. Hasta entonces, sepan que no están solos. Estamos aquí, con las manos dispuestas y los corazones abiertos, para apoyarlos de la manera que podamos. Porque en Israel, la solidaridad es un valor arraigado tan profundamente como los mismos árboles que hoy tuvimos el honor de cuidar.

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